Antes de comernos las uvas

A unos días de finalizar el 2018 parece que toca hacer balance. Aunque yo creo que cualquier momento del año es bueno para hacer estas reflexiones, de algún modo estos días nos invitan a hacer un parón para analizar cómo ha sido el año que termina y qué esperamos del nuevo que está a punto de empezar.

El año pasado por esta época escribí un post que ahora he releído y la verdad es que me ha gustado revisarlo. Las preguntas que me hacía en aquel momento sirven de nuevo este año.

En mi 2018 ha habido cambios significativos, decisiones importantes,… de las que me siento orgullosa. Me doy cuenta de que cuando quieres algo de verdad, tienes que ir a por ello, sin obsesionarse, pero poniendo la energía suficiente. Sin dejar que lo demás desaparezca, pero estando atenta a las oportunidades.

También hay cosas que se escapan de mi capacidad de actuación, que me toca aceptar, aunque duelan (y mucho), pero que no puedo cambiar. No puedo engancharme a ellas porque me impedirían disfrutar del resto. Cuesta mucho no darle vueltas y requiere un ejercicio importante para no quedarse anclados en la impotencia y el dolor, pero no ganamos nada quedándonos ahí. Aceptación y poco más es lo que podemos hacer. 


Analizo el listado de cosas que me hubiese gustado hacer, y me doy cuenta una vez más de que para conseguir un objetivo necesitas antes de nada estar convencido de que quieres ir a por ello y que estás dispuesto a pagar el precio que haya que pagar (puede ser pedir ayuda, puede ser renunciar a otras cosas…). Y después, si eso está claro, definir el plan y seguirlo. Revisaré ese listado de cosas para ver cuales mantengo para ir a por ello y cuales aplazo.  

Te invito a leer el post del año pasado, “El año que se termina”, para hacer esas reflexiones de final de año. Quizá alguna pregunta te despierte algo que tienes escondido en algún lugar de tu inconsciente. Quizá no.

Sea como sea, te deseo un Muy Feliz 2019. Que sea, en la medida de lo posible, como tú desees que sea.

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