Hablar por hablar
Hace un tiempo me contaron una historia que ahora comparto
aquí:
"Jorge y Eva están casados y viven en una casa preciosa
con vistas al mar. Las cosas ahora no son como antes.
Desde hace un tiempo, todos los días, a última hora de la tarde Jorge le dice a su
mujer que se va a trabajar. Coge el coche y se va a un bar que está a 6 km de
su casa. Allí está hasta bien entrada la madrugada, cuando en lugar de irse a
su casa, se va a casa de Ana. Cuando está a punto de amanecer, se despide de
Ana y regresa a su casa antes de que su esposa Eva se despierte.
Un día, cuando está volviendo a su casa, justo antes del
amanecer, Jorge sufre un grave accidente de tráfico."
Esa es la historia. Podríamos alargarla más, añadir más
detalles, pero no. Así se queda.
Te voy a pedir que vuelvas a leerla y que vayas prestando
atención a los sentimientos que afloran en ti. Quizá te recuerda alguna
situación que conozcas.
Si puedes, deja de leer el post y dedica un par de minutos a
pensar en ello. “Qué crees que está
pasando en esta historia?”.
Hay quien dice que Jorge se ha dado a la bebida y que tiene
una amante. Que vuelve justo antes de que su mujer se despierte para que ella
no sospeche nada. Y cree que el accidente es obra del destino para hacerle
pagar por su infidelidad.
Hay quien dice que Ana es la madre de Jorge y que él trabaja
en el bar. Que cada madrugada va a casa de su madre, que está enferma, para
prepararle el desayuno y acompañarla un rato antes de volver a su casa a estar
con su mujer.
Si en lugar de leer la historia, yo te la contase de
palabra, sin añadir más detalles pero usando cierto tono de desprecio hacia
Jorge, tú lo percibirías e incorporarías inconscientemente detalles que darían
sentido a una historia en la que Jorge fuese culpable. Si por el contrario, yo
usase un tono benévolo al contarlo, sin añadir información, estaría generando
en ti sentimientos diferentes. Realmente con mi tono estaría ya transmitiéndome
mi juicio sobre la situación, aunque de palabra no te lo expresase.
Realmente en esta historia no se da información suficiente
como para emitir un juicio de lo que está pasando. Y en la vida real esto es
así casi siempre. Es muy difícil tener todo el contexto de lo que está pasando,
pero nos permitimos emitir juicios, en función de lo que nos cuentan, de lo que
vemos, de lo que oímos...
No podemos evitarlo. Yo creo que somos así por naturaleza.
Como humanos que somos, queremos razonarlo todo y en ese razonamiento incluimos
lo que a nosotros nos parece "razonable". Si nos cuentan una historia
sobre alguien que nos cae bien, de algo que ha hecho que no es del todo
correcto para nosotros, nos permitimos dudar de la veracidad de la historia.
Sin embargo, si nos lo cuentan de alguien que no nos cae bien, aceptamos ese
relato como veraz, nos atrevemos a contarlo a otros y casi con total seguridad
añadiremos supuestos que hagan más completa la historia.
Y es que cuando emitimos un juicio estamos poniendo algo de
nuestra parte. Por eso se dice que un juicio habla más del que lo emite que del
otro.
¿Cuánto tiempo malgastamos emitiendo juicios sin ser
conscientes de lo que estamos diciendo?. En muchos casos estaremos mintiendo,
sin ser conscientes de lo que eso puede implicar. Alimentando rumores que no
llevan a ninguna parte. ¿Es por el placer de ser el primero en contar algo? “Sabes
de lo que me he enterado?” “Sabes a quién he visto con fulanito?”. A veces, solo
por alimentar nuestra ira contra alguien. No lo sé, pero es tan común…
Yo me he propuesto ser más cuidadosa con esto de los juicios.
Del mismo modo que no me gusta que emitan juicios sobre mí que no sean verdad,
cuidaré de no alimentar historias de las que no tenga información, ni de emitir
juicios a la ligera.
Te dejo para finalizar una historia que se cuenta de Sócrates,
que creo ayuda a pensar en este tema:
"Un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y
empezó a hablar de esta manera:
– “¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo
hablando de ti con malevolencia…”
Sócrates lo interrumpió diciendo: -“¡Espera! ¿Ya hiciste
pasar a través de los Tres Filtros lo que me vas a decir?
-“¿Los Tres Filtros…?”
-“Sí” – replicó Sócrates. El primer filtro es la VERDAD.
–“¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en
todos sus puntos?”
-“No… lo oí decir a unos vecinos…”
-“Pero al menos lo habrás hecho pasar por el segundo Filtro,
que es la BONDAD: ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?”
-“No, en realidad no… al contrario…”
-“¡Ah!” – interrumpió Sócrates.- “Entonces vamos a la último
Filtro. ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?”
– “Para ser sincero, no…. Necesario no es.”
– “Entonces -sonrió el sabio- Si no es verdadero, ni bueno,
ni necesario… sepultémoslo en el olvido…”
Ahora que se acerca la Navidad, tiempo de bondad y de buenos
propósitos, quizá es el momento de reflexionar sobre este tema y cuidarlo un
poco más.
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