Las personas son más importantes que las cosas
En alguna otra entrada del blog hablaré del libro "La última lección" de Randy Pausch. Para mí es uno de esos libros que dejan huella (al menos a mí este sí lo hizo), que leí por primera vez hace casi 10 años y que de vez en cuando releo para refrescar mensajes.
Una de las frases que leí en ese libro es esta: "las personas son más importantes que las cosas". Que dicho así parece bastante evidente, y creo que nadie diría lo contrario, pero la realidad es que si nos paramos a pensar, no es raro que a veces le demos más importancia a las cosas que a las personas, y obviamente esto es un gran error.
Foto: Regina Estévez |
¿Por qué me ha venido a la cabeza esto ahora? Pues porque el otro día, al recoger a mi hijo en el colegio, le vi muy triste y cuando le pregunté qué le pasaba me dijo muy disgustado y rompiendo a llorar que había perdido la sudadera del uniforme en el patio del colegio. Me agaché, le pedí que me mirase a los ojos y le dije que era solo una sudadera, que teníamos que preocuparnos por intentar encontrarla, pero que no teníamos que disgustarnos por eso. "Si perdiésemos a tu hermano, sí nos tendríamos que disgustar y llorar, pero una sudadera se puede reemplazar. No merece la pena disgustarse por eso".
En ese momento a mí me pareció más importante gestionar el estado emocional de mi hijo que la sudadera.
Estoy segura de que no sería la primera madre que le echaría una bronca por haber perdido la sudadera, alguna incluso le gritaría y le trasladaría la gravedad del asunto. Es probablemente lo que a muchos les saldría de manera automática. Yo, que ya hace tiempo aprendí esto, opté por gestionar de otro modo la situación.
Obviamente, mi objetivo no es convertir a mis hijos en personas descuidadas, que no valoren las cosas... El objetivo es que sepan controlar sus emociones, y que si pierden un objeto, si se rompe,... se preocupen por buscarlo, por arreglarlo, o por reemplazarlo, y por supuesto podrán (en algún caso, deberán) sentir tristeza, pero no sufrir por ello de una manera desmedida.
Es difícil encontrar el equilibrio, efectivamente, pero creo que es la dificultad que tiene todo lo referente a la educación de los niños.
Como siempre que toca hablar de educación, antes tenemos que mirarnos a nosotros mismos. Como adultos. Cómo gestionamos ese tipo de situaciones cuando el protagonista somos nosotros.
Y me viene a la cabeza una escena de hace muchos años. Una prima mía había sufrido un accidente de tráfico bastante grave cerca de mi casa. El coche había quedado siniestro total. Yo fui de las primeras personas que llegó al hospital, junto a su padre. La recuerdo en la cama del hospital, en esos primeros momentos después del accidente, preocupada por cómo iba a reaccionar su marido cuando se enterase de lo que le había pasado al coche.
Los que estábamos allí le decíamos que se olvidase del coche, que lo importante es que ella había sobrevivido a semejante accidente, pero ella sentía verdadera preocupación por cómo reaccionaría él.
Aquella escena sigue en mi mente. No estuve cuando llegó su marido y nunca le pregunté cómo reaccionó él.
Yo no quiero que mi hijos, si tienen un accidente, (me da igual si es que se cae un vaso al suelo, se pierde una sudadera, o el coche quede destrozado), piensen que yo pueda estar más preocupada por "esa cosa" que por ellos mismos.
Antes sufría mucho cuando un objeto se rompía, cuando perdía algo, cuando se desteñía la lavadora y algunas prendas se quedaban inservibles... Ahora esas situaciones las asumo como punto de aprendizaje o como aceptación de lo que toca en ese momento. No creo que eso me convierta en una persona que no valore las cosas. Creo que ahí estoy poniendo por delante mi persona, mi capacidad de afrontar dificultades y eso, a mí, me parece que está bien.
¿Cómo te enfrentas tú a estas situaciones? Si tienes hijos, ¿cómo reaccionan ellos? ¿Y cómo actúas tú ante sus reacciones?
Espero una vez más que te resulte útil esta reflexión. Y si ello te ayuda a vivir más feliz, pues bienvenido sea!!
Un abrazo!
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